El Falo


Tesoros del Museo Británico

 

Introducción

En casi todos los artículos que he hecho durante estos últimos años, no me he cansado de explicar que analizar la historia y la época clásica, con la mentalidad actual es cometer un gran error. La historia objetivamente debe ser contemplada a vista de pájaro, sin interferir demasiado en los análisis, es más, los escritos de los coetaneos históricos, de aquellos que vivieron la época que nos relatan deben ser explicados desde la parcialidad cultural, política y social del momento. En el caso que nos ocupa, entenderemos que la simbología tiene un pasado cultural y que se afianzó en la gran mayoría de civilizaciones por pura necesidad. Es decir, la superstición se hace más patente en épocas más convulsas, donde la esperanza de vida era corta y estaba sometida a enfermedades mortales o a designios divinos.

 

El falo en la antigüedad

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La adoración a los genitales masculinos no fue exclusivo de Roma, ni muchísimo menos, es tan antiguo como la propia historia, en parte condicionada por la naturaleza de procreación y masculinidad que lleva implícita, por tanto en Egipto, Grecia u Oriente, ya se adoraban los símbolos fálicos como custodio del renacer, bien como símbolo solitario o acompañando a la efigie de un Dios. El falo por tanto era un rasgo distintivo de carácter divino sin una connotación sexual. 

Significativo sin duda es la relación de este símbolo con determinados dioses como Hermes (Mercurio) o Apolo, ya que a priori el sentido común los relaciona más con los dioses liberales y deshinibidos como Dionisos (Baco) o Príapo, y eso es debido a que el orígen místico del falo viene dado por su relación con los dioses solares. En Hierápolis se hallaba el mayor templo dedicado al culto al sol consagrado a Apolo y junto a la efigie del Dios se hallaban colocados dos enormes falos donde los creyentes oraban y realizaban ofrendas. 

La interrelación de ambos aspectos sol-falo, nos lleva a la conclusión del carácter renovador del símbolo afianzado por el hecho de que la gran mayoría de las celebraciones de primavera, tenían que ver con su culto. De hecho los romanos durante la festividad de las liberalia, sacaban el gran falo (Mutinus) y lo paseaban y coronaban con flores para asegurarse buenas y generosas cosechas.

Príapo (Mutinus Mutunus), quizás, fue la efigie que Roma más usó en relación al falo. A pesar que su culto es oriental, los romanos lo adoptaron como propio, otorgándole atribuciones muy parecidas a Hermes o a Apolo. Príapo se presentaba como un dios menor con un pene desproporcionalmente gigante "Itifálico", es decir erecto, custodio de las cosechas, el ganado y la pesca, motivo por el cual la gran mayoría de veces era representado con un cuerno de la abundancia repleto de productos de la tierra o sobre una herma de madera manchada de polvo de cinabrio. Estas efigies se colocaban en lugares relevantes de la casa, como jardines, campos o habitáculos principales, resguardando a la familia de los ladrones o del mal de ojo.


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El falo era representado de muchas y muy diversas formas, no es inusual encontrarlo relacionado con la efigie del toro, pues lleva implícito una doble lectura, aquella que relaciona al animal con la masculinidad y también con la constelación en la que se enmarca el comienzo de la primavera y por tanto el crecimiento de las cosechas.

 

Amuletos, decoración y ofrendas

 

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Debido a la connotación no religiosa del símbolo, éste formó parte de muchos de los elementos de joyería y decoración de las casas romanas, así los niños en su nacimiento, eran obsequiados con colgantes o amuletos con la forma fálica para proteger a los más pequeños de las enfermedades o de la mala suerte, este amuleto era portado por el pequeño durante gran parte de su infancia.

El falo (Fascinus) podía ser representado individualmente, en actirud erecta, alado, doble o bien como el que nos muestra en la imagen superior donde aparece junto al puño, éste era muy apreciado por los soldados romanos, ya que el puño o manus fica era el símbolo de la buena suerte.

 

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En otras ocasiones y es fácilmente visible en los restos arqueológicos más orientales, se han localizado las figuras del falo junto con un ojo, bien cortándolo por la mitad o eyaculando sobre él, en clara representación de su poder sobre el mal.

 

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Así como nosotros colocamos en nuestras entradas, balcones y jardines el tintineo de los colgadores decorativos, en Roma colocaban estos amuletos tanto en las habitaciones como en los accesos a la vivienda para espantar la mala suerte, a través de su sonido. 

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Otros usos, cotidianos también es el uso del fascinus en lamparillas, bien con su forma o ilustrando parte de ellas.
 
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Conclusión

La imagen fálica proporcionaba abundancia, riqueza y suerte, incluso tenían la creencia y costumbre de sentar a las recién casadas sobre un fascinum para asegurar la fertilidad, pero muy por encima de su connotación sexual el falo fue un remanente antiguo, una costumbre ancestral que pervivió en muchas y dispares civilizaciones durante siglos.

La espada, la punta de lanza o los obeliscos son la simbología icónica de la masculinidad y el poder. Nada que evoque al sexo sino a la necesidad de supervivencia que Roma y otras como ella precisaban para continuar.

 

Mireia Gallego

Mayo 2016

 

 

 

 

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