Monte Testaccio
Introducción
Viajar a Roma para los que amamos el mundo clásico, es como retroceder al pasado y disfrutar con cada esquina, con cada plaza, con cada calle, es ponerle cara y ojos a lo que siempre has leído o escrito, es ubicar una imagen a un espacio. Pero Roma, es más que el Foro o el Coliseo, son destellos que aparecen sin quererlo, sin pensarlo y ahí donde menos te espera te aguarda una sorpresa, un regalo. Y eso, es lo que representa el Monte Testaccio, un magnífico tesoro con trampa.
Localización
El monte Testaccio es un montículo de unos 35 m de alto y 20.000 m2 situado muy cerca de la Pirámide Cestia y por lo tanto de las murallas aurelianas, así mismo se localiza cercano al Tíber. En la actualidad esta rodeado de bares de copas que quedan encajados en la parte baja del mismo, pasando totalmente desapercibido. Es más que posible que los visitantes que hayais estado en Roma, hubierais paseado muy cerca, incluso lo hubierais visto y pasarais de largo, no es una atracción en sí misma y no hay mucha difusión sobre su significado. Actualmente recibe el nombre de Monte dei Cocci, pero es conocido comunmente por monte Testaccio. Bien...y ¿qué tiene de especial?
En el bonito sendero que aparece en la imagen, ¿qué hay en primer plano? ¿acaso, hojas otoñales? Pues no, afinad la vista porque todo el monte Testaccio está realizado artificialmente con los restos de las ánforas vacías y rotas que llegaban al Puerto Fluvial de Roma. Es literalmente un antiguo basurero de estos recipientes.
Aunque la palabra basurero, tenga connotaciones negativas, es un recurso efectivo y de gran agudeza teniendo en cuenta la cantidad de recipientes que cada día llegaban a Roma. Pero, la disposición de las mismas se estipulaba por un orden muy concreto que aun no ha sido descifrado, en una de las calles adyacentes puede visionarse aun las terrazas que los fragmentos de vasijas a modo de tejas formaban apiladas una contra otras.De forma escalonada, los restos se iban amontonando hasta alcanzar la altura que actualmente podemos contemplar.
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Seccionando los estratos (en catas de estudio) de diferentes épocas es fácil encontrar la disposición de las mismas de forma escalonada, éstas disponían de unos códigos de almacenamiento interno, llegando a la conclusión de que no se lanzaban al azar sino que se colocaban con un criterio por contenido, localización u origen, bastante sofisticado.
Comercio en el Puerto fluvial
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Esta colina fue creciendo durante al menos tres siglos, el procedimiento era el siguiente: Los barcos con mercancías alcanzaban las zona del puerto fluvial, la gran mayoría de ellos estaban repletos de ánforas con contenidos variados; garum, vino, aceite, etc... que eran descargados por el personal de puerto. Una vez comprobado el orígen y el contenido, estas grandes vasijas de decenas de litros, eran vaciadas en otras ánforas más pequeñas, que servían para distribuir los pedidos a comerciantes a través de todas las provincias de la zona. Una vez vaciadas, algunas de las vasijas eran seccionadas por la mitad y colocadas en filas ordenadas otras en cambio se disponáin enteras, repartiendo los pesos y los espacios, posteriormente se les echaba una mezcla de cal, que servía de modo antiséptico para eliminar olores y la proliferación de insectos atraídos por los restos.
¿Por qué no reciclarlas? Hay una explicación más que razonable para tal pregunta, seguramente habían ánforas que podían reutilizarse pero la gran mayoría, se cree que el 80% de estas vasijas venían de la Bética, nuestra Bética, y ello significa que el contenido era casi en su totalidad, aceite. Debido al tiempo que exigía la limpieza de cada uno de estos envases para eliminar los restos, era mucho más rentable eliminarlos que reutilizarlos. Las vasijas hispanas son fácilmente reconocibles pues acostumbran a ser más toscas en su confección, muy probablemente porque no se precisaba de grandes pulimentos en un recipiente que acababa hecho pedazos. El resto de las actualmente halladas eran originarias del Norte de África (actualmente Trípoli) y un porcentaje muy poco representativo del resto de provincias: Grecia, Galia, Asia, etc... Es decir, esa zona del puerto muy posiblemente era un punto especializado de descarga de materiales líquidos.
Legado del monte Testaccio
Estos más de 20 millones de recipientes, ofrecen una información increíblemente valiosa sobre el orígen y mercancía transportada que no nos sirve únicamente para observar los aspectos de la dieta romana y de provincias sino para establecer un mapa comercial muy importante. Anualmente, universidades de todo el mundo a través de un convenio con Italia, envían alumnos de sus facultades de arqueología o historia para que realicen catas a varios metros y examinen las epigrafías.
Cada vasija estaba grabada, pintada o sellada con el nombre del comerciante, transportista o el año de expedición, los sellos usados se estampaban en la vasija aun húmeda quedando integrada en el recipiente, también podía grabarse con un punzón antes del secado del recipiente, tosco pero efectivo. Posteriomente se utilizaba carboncillo o una tinta rojiza para referenciar el contenido, el peso o la fecha en el cuello del ánfora, en la curvatura o en la base.
Conclusión
Estar con los ojos muy abiertos, es una necesidad en cualquier ciudad, pero en Roma es obligación, el legado arqueológico es inmenso y aun así es la punta del iceberg de lo mucho que hay por excavar. Sorpresas como el Testaccio no deben pasar desapercibidas, deben ser conocidas y difundidas como un valor añadido que ofrece, entre otras muchas cosas, información económica y comercial sobre las importaciones de productos de otras provincias.
Si visitas la pirámide Cestia, no olvides voltear la cabeza y contemplar otra obra oculta de la antigua y práctica Roma.
Mireia Gallego
Marzo 2016