Villa de Can Ferrerons Premià de Mar

 

Introducción

La Villa octogonal de Can Ferrerons en Premià de Mar, es posiblemente uno de los yacimientos más importantes del Maresme y me atrevería a decir que uno de los más espectaculares que he visitado en Catalunya, por su singularidad constructiva, la preservación de sus restos y por su uso continuado a lo largo de setecientos años.
He de decir que la tarea de musealización del yacimiento y el protocolo de visitas acompañado de un guía especializado, te sumerge en una experiencia inmersiva comparable a la de la Domus Aurea de Nerón en Roma, no en vano ha recibido el premio Nacional de Museología en 2024, hecho que atestigua el esfuerzo por presentar públicamente un yacimiento que va mucho más allá de una estructura excepcional. Entrar en el Museo acompañado de un especialista mientras desciendes por una pasarela que te adentra en un espacio casi secreto, es un regalo al alcance de cualquier amante de lo romano. 
Sensorialmente, mientras te conducen por un camino que se va iluminando a tu paso, se traslada al visitante irremediablemente a los orígenes de la villa, sobrecogiéndolo finalmente al llegar al centro de esa gran sala octogonal de la que parten salas anexas con grandes descubrimientos que desarrollaré más tarde.  La interactividad es un añadido importante para entender las fases sobrepuestas, pero el gran valor reside en la profesionalidad y en el cuidado con el que se ha tratado el conjunto. Conocerlo debería ser una obligación y potenciarlo una responsabilidad de todos los que nos dedicamos a la divulgación de la historia antigua. Vamos a empezar a desgranarlo porque merece la pena.
 

Premià de Mar y el descubrimiento

El Maresme es la comarca catalana de costa que discurre entre Barcelona y Girona, por lo tanto queda enmarcada en la zona de la Vía Augusta romana, este dato es fundamental para entender que las villas señoriales o las factorías que se han localizado en sus núcleos de población, van paralelas al uso agrícola y comercial de muchas de ellas, especialmente con la localización de hornos para la confección de cerámica y muy especialmente la comercialización del vino layetano, muy apreciado en todo el imperio. Pero si nos centramos en el nombre de la población que nos ocupa, Premià, además hallamos la evolución etimológica de un nombre propio de época romana, Primulus, Primius o Primianus, es decir "el primero". Es posible que una gran parte de los terrenos donde se han localizado los restos romanos de Can Ferrerons o Can Nolla, fueran propiedad de este romano y que con el paso de los siglos y tras generaciones de nuevos propietarios, se constituyera como el nombre por el que fue conocida finalmente la población. El nombre de Premià aparece atestiguado por primera vez en los documentos a partir del siglo X como Villa Primilianus (930 d. C.)
Ahora que ya sabemos que se constata un pasado romano, lo único que nos queda es mostrar su relevancia y eso parte de los descubrimientos que aparecieron a finales de la década de los sesenta. Durante ese periodo, el auge en la construcción de nuevos edificios de viviendas destapó los restos de varios vestigios romanos, pero su preservación dependía casi en exclusividad al buen hacer de los constructores o propietarios, así que muchos de los posibles restos se perdieron bajo toneladas de tierra, movimientos de excavadoras y por el expolio. En el  año 1969, Enric Bardina, un promotor de las obras que se estaban llevando a cabo en la zona de Gran Vía de Lluís Companys (1), destapó los restos de unos enormes e increíbles mosaicos que corresponderían a una vivienda, avisando  tras ello al Museo Arqueológico de Barcelona que llevó a cabo una importante intervención.
 

Imágenes Museu romà de Premià de Mar

Estos mosaicos tapaban unos colectores que quedaban en un estrato inferior, lo que ya apuntaba a un complejo enorme solapado en diferentes épocas. A finales de 1999 y los 2000, llegó el gran descubrimiento de la Villa octogonal que nos ocupa en este artículo, iniciándose un trabajo arqueológico que vio finalmente la luz en 2015 y musealizándose definitivamente, a través de fondos europeos, en el 2022. Lo mejor es que en el 2002 se halló, dos calles más abajo, un horno de cerámica y restos de almacenamiento agrícola que se remontaba al 75 a.C. Es decir, la propiedad abarcaba 5,5 hectáreas de terreno y setecientos años de historia en diferentes estratos y ubicaciones. Sacude internamente pensar que bajo los edificios que rodean esa enorme extensión de tierra, pudo haberse descubierto más restos de la villa o quién sabe si otros elementos de producción agrícola.

La villa octogonal

Ahora que ya sabemos la localización y los precedentes, vamos a centrarnos en la villa octogonal, para ello haré uso de las imágenes. Debo apuntar que los restos señoriales de este complejo datarían del s.V en adelante, cuando un rico patricio o comerciante, seguramente de la zona de Barcino, edificó una lujosa residencia para uso privado y comercial. Un palacete al alcance de muy pocos siguiendo el estilo Vitruviano. Una segunda fase abarcaría del 500 al 650 d.C, en el que los espacios se reutilizaron como lugar de producción y finalmente una tercera fase del 650 en adelante como necrópolis hasta su abandono.
 
 
Existen muy pocos ejemplos de construcciones romanas octogonales, Valdetorres de Jarama en Madrid o la sala octogonal de la Domus aurea en Roma son de los pocos ejemplos, en este caso destacaríamos la excepcionalidad y la exclusividad de nuestro rico propietario.
 
 
Una gran entrada daba paso a una sala central de planta octogonal de donde partían las diferentes estancias
 
 

En este acceso hallamos junto a uno de los muros, las marcas de unas caligae romanas (un tipo de sandalia con tachuelas para su agarre) 

La sala octogonal es de una única planta, es decir no existe un segundo piso. Los muros que soportan la estructura y las paredes son anchas y de estructura regia (opus incertum). Debido a la ausencia de ventanas, la parte superior de la sala debía disponer de oberturas para la entrada de luz y ventilación, además es posible que el techo quedara soportado sobre vigas de madera. Uno de los aspectos importantes es que en este atrio octogonal de donde partía el resto de salas, no se aprecia desagües por tanto el techo cubriría toda la estancia sin impluvium.

 

Una de las primeras salas que hallamos a nuestra izquierda estaba destinada a la cocina y al almacenamiento. Se han localizado diferentes elementos como cerámicas, restos óseos de consumo humano y conchas.

Los cuatro puntos cardinales se corresponderían con las salas principales, posiblemente destinadas a habitáculos de recepción o triclinios. El resto serían diferentes habitaciones o espacios de aprovisionamiento. La sala frontal a nuestra posición fue posteriormente reconvertida en un lugar de almacenamiento de dolias, grandes vasijas, para su uso agrícola y que se correspondería con esa segunda fase de la que hemos hablado en la que las dependencias se reutilizaron como explotación de vinos "cella vinaria" y posiblemente cultivo de cereales.

 

 

Contemplad la amplitud de los muros de todas las dependencias y la solidez de los mismos, que han permitido su preservación.

No sabemos exactamente el uso de algunas de las salas por la escasez de referencias, pero con el paso de los siglos, algunas de las que originariamente servirían de recepción de invitados modificarían sus usos según las necesidades de los propietarios.

Las salas laterales cercanas a las termas fueron reconvertidas en la segunda fase, se sabe por la localización de una prensa de viña (torculum) y porque rehabilitaron la piscina fría como depósito (lacus vinarium). Otras salas fueron transformadas en bodegas.

Una de las salas alberga dos joyas destacables, por un lado el miliario, es decir un marcador de distancias de la antigüedad, que en este caso está dedicado a Licinio el Joven, datando la estructura en el s.IV y en el que se lee lo siguiente: 

"NIORI NOBILISSIMO CAESARI BONO RE P NATO"

"Para Licinio, el joven y noble César, nacido para el bien del estado" 

Y siguiendo con las particularidades de esta sala, hallamos los restos (reproducción) de un enterramiento de mitad del s.V, muy atípico, pues se han localizado los restos óseos de varios niños o fetos bajo la protección del crismón, símbolo de Cristo. Y es atípico porque esta clase de enterramientos eran más propios de épocas prerromanas, debemos entender que para éstos los cuerpos debían enterrarse fuera de los límites de la ciudad, así que hallar los restos de los pequeños de la familia que perecieron antes o poco tiempo después de su nacimiento, es un aspecto muy poco habitual.

Este no será el único sepulcro que encontraremos en la finca, pues en la última fase de aprovechamiento de la propiedad en el s.VII, se usará como necrópolis de diferentes miembros, tanto adultos como niños. Éstos aparecerán enterrados con el sistema de recubrimiento por tejas planas.

Hemos podido comprobar que la villa octogonal de Can Ferrerons es atípica en forma y contenido, motivo más que suficiente para analizarla con la atención que merece. Pero, como no todo podían ser excepciones, hallamos también la zona de baños que sí entra dentro del marco distintivo de la construcción propiamente romana.

Así, en el lado noroeste encontramos las estancias termales que siguen el patrón de piscinas a tres temperaturas: caldarium, tepidarium, frigidarium así como un apodyterio. 

A la derecha, localizamos una bañera o piscina de agua fría, mientras que junto a ella se emplaza el caldarium con el sistema de canalización que a través de las calderas alimentadas por el fuego, dispersaba el calor por el hipocausto. En las paredes, la reconstrucción muestra los tubuli o pequeños tubos de barro cocido que discurrían entre el muro y una pared decorativa y que permitía caldear con mayor eficiencia el espacio.

 

 

 

Finalmente, el yacimiento se complementa con otros elementos localizados en la zona y que permiten la datación de las diferentes etapas como en el caso de la numismática donde encontramos monedas de época de Germánico hasta Constantino, cerámica, ánforas de almacenamiento u objetos de uso cotidiano.

En la siguiente imagen apreciamos los restos de la pátina mural en rojos, azules, blancos y ocres que decorarían alguna de las estancias.

Restos de una fíbula, un cuchillo, una lucerna y una llave.

 

 

Ánforas, pesos de telar y cerámicas completan los objetos hallados durante las excavaciones.

 

Conclusión

La villa de Can Ferrerons ha sido un increíble descubrimiento que me ha generado dos sensaciones antagónicas, por una parte el asombro de que este yacimiento no obtenga una mayor difusión y conocimiento porque lo merece de sobra, algo que me entristece profundamente, y por otra, la satisfacción de haber podido disfrutar acompañada de Iris Prados, de una experiencia emocionante y cautivadora. No hay muchos espacios así, sólo me queda felicitar a arqueólogos, museólogos, diseñadores, arquitectos y administraciones públicas por el cuidado que desprende cada sillar, reconstrucción o maqueta. Entender que estos espacios contribuyen al enriquecimiento personal, histórico y económico, debería ser motivo más que suficiente para visitarlo. No os lo perdáis y dejaos acompañar por profesionales, en esta travesía al pasado.

Enlaces

Museu romà de Premià de Mar: museuroma.pdm.cat/

Ajuntament de Premià de Mar: premiademar.cat/ambit.php?id=210

Vídeo reconstructivo: www.youtube.com/watch?v=Xl9VduaFCoA

Modelo 3D ICAC: sketchfab.com/3d-models/octagonal-hall-of-can-ferrerons-proposal-roof-d120251354d04ebab1959f9b8bf7b6be

 

 

¿Te ha gustado el artículo? Dame tu opinión

No se encontraron comentarios.

Nuevo comentario

 

 

Miembro de: