Sobre las relaciones Romano-Egipcias
Introducción
Siempre me ha fascinado lo mucho que ignoramos sobre la interrelación entre las diferentes civilizaciones. Muy por encima de las batallas por el control de territorios o por el poder económico que suponía, lo cierto es que entre muchas culturas exponencialmente opuestas, existieron contratos de ámbito comercial y político que de alguna forma favorecieron los intereses de todas las partes.
No me refiero sólo a lo que atañe a Roma sino a todas y cada una de las sociedades antiguas que de alguna forma, bien por el flujo del mediterraneo o por las vías terrestres entendieron que el comercio permitía la tributación y por ende, el crecimiento económico y demográfico, desde productos básicos como el grano o el aceite, hasta los más sofisticados como la seda, griegos, romanos, persas, egipcios, dejaron a un lado sus rivalidades y antepusieron los intereses comerciales.
En lo que nos atañe y que da nombre al artículo, diremos que Roma pasó de la fascinación más absoluta a la acción, tal y como sus predecesores helenos lo habían hecho y quedó patente que muy por encima de las construcciones megalíticas de antaño, Roma vio en Egipto el granero que el Nilo proporcionaba por sus crecidas anuales y que abastecía al pueblo y a las tropas.
Un lugar para soñar
Seamos sinceros, si actualmente quedamos fascinados al ver las pirámides o la esfinge, pensad en el aspecto que los monumentos y edificios tenían en el s. IV a.C, debía ser impactante. Miles de años en que los faraones se habían erigido como los amos y señores del mundo antiguo habían dado paso a nuevas construcciones ciclópeas de una belleza envolvente, las arenas del desierto, el Nilo, los palmerales y los bloques de piedra tallados y esculpidos con jeroglíficos y enormes figuras, debían hacer pequeño a cualquier visitante foraneo, por más griego o romano que fuera.
Si a eso le añadimos el encanto manifiesto de la corte faraónica, con sus excesos de oro y fino lino y su apariencia semidivina diremos que no era muy extraño quedarse prendado de todo cuanto la vista alcanzaba.
Lo cierto es que Grecia mucho antes de que los macedonios se hicieran con el poder, ya tenía relaciones con Egipto, teniendo en cuenta que las numerosas islas del Mar Egeo están relativamente cerca de las costas egipcias no era raro que se estableciera una vía comercial, pero también es cierto que las relaciones fueron mucho más allá de lo estrictamente económico. Egipto fue sede para filósofos, matemáticos, astrónomos o científicos y contaba con nutridas personalidades en todas las disciplinas, por lo que muchos griegos se formaban en sus tierras para después aplicar lo conocido o aprendido en sus polis. Se sabe que la Atlántida de Platón nace de una conversación con sacerdotes egipcios que transmiten la historia a sus homólogos griegos y que queda plasmada a través de las palabras del filósofo. Es decir, mucho antes del poderío militar existió un intercambio cultural que favoreció ambas partes.
No obstante, la hegemonía de Macedonia como potencia y por supuesto la incursión dominadora de Alejandro dio un empuje sin precedentes a esas relaciones. Alejandro habiendo conquistado las ciudades orientales que se corresponderían con la actual Irak fue alentado por delegaciones egipcias para que les ayudara a expulsar a los persas de sus territorios. Alejandro vio una oportunidad de oro para afianzar aun más si cabe su poder, así que con las tropas eufóricas por la imbatibilidad en sus campañas, se dirigen a Egipto para poner fin al dominio de los persas, corría el 331 a.C. Tras su victoria y su consagración como faraón y reconocimiento como hijo de Amón Ra, funda Alejandría y se establece la conocida dinastía macedónica que tras la muerte de Alejandro será un continuo ir y venir de herederos.
Durante todo ese periodo en que los macedonios y posteriormente, los Ptolomeos reinan sobre Egipto, se inicia una orientalización sobre determinados aspectos helénicos y a la inversa, se occidentaliza, por así decirlo, lo egipcio.
Miles de griegos ante las posibilidades que ofrece Alejandría fijan una residencia estable, creando una nueva generación de helenos egipcios que mezclarán ambas costumbres.
El culto a Isis empieza a recibir el empuje definitivo y se va integrando en el Panteón griego siendo patente en la isla de Delos o en las polis helenas.
Con el devenir de los años y con la hegemonía de Roma, la política da un giro inesperado, siendo Roma la artífice del fin de las dinastías faraónicas para convertirse en provincia romana.
Es sabido por todos la fascinación que Julio César tenía por Alejandro Magno, sus hazañas y sus conquistas servían de modelo para los grandes generales romanos, pero César ante todo era ambicioso. Pompeyo huyendo de César se dirige a Egipto con la esperanza de que el faraón le de asilo y protección, durante esos años el joven rey Ptolomeo XIII, hermano de Cleopatra, ostentaba el poder, pero tomó una decisión que en principio debía ser la correcta, sabiéndose la superioridad de César, mandó asesinar a Pompeyo para ofrecer su cabeza al general y ganarse sus simpatías. No obstante, ese gesto resultó ser una temeridad pues César consideraba que tal acto en cualquier caso, debía haber sido realizado por un romano y que Pompeyo no merecía morir en tales circunstancias. Es en ese momento cuando César coloca en el trono a la hermana desterrada, Cleopatra, convirtiéndola en faraona y lo que es más importante en aliada política.
Muy por encima de los amoríos de César o incluso de la legitimidad de su hijo para el gobierno de Roma y Egipto, César sabía que Egipto era un bastión necesario y tremendamente provechoso. Tras la guerra civil que había asolado Roma, las tropas y el pueblo precisaban de tierras y de grano, y ambas cosas eran factibles y seguras en Egipto.
Ganarse las simpatías de la plebe con los silos llenos era mucho más fácil y con la asignación de fértiles tierras de cultivo a sus soldados les garantizaba riquezas y una romanización paulatina de Egipto. Todos contentos...seguro?
Bien, Cleopatra dejando de lado sus encantos, fueran físicos o no, era una magnífica estratega, ella iba viendo como Roma desangraba la provincia sin ver un atisbo de posibilidades de coronarse como mujer de César, dando legitimidad a la sucesión de su hijo Cesarión, por ello y tras el asesinato de César decide seducir a Marco Antonio, mucho más dispuesto a seguir sus indicaciones y totalmente inmerso en las lujosas costumbres de la corte.
©Trustees of the British Museum
La fortuna quiso que Octavio fuera el artífice de la derrota de ambos, y ciertamente hubo una persistencia constante de Augusto en volver a las ancestrales costumbres romanas, de hecho se mostró férreo y algo intransigente con la orientalización de cultos, en parte por esa fascinación por el exotismo Egipcio y por las consecuencias que ésta había tenido sobre hombres tan poderosos como César o Marco Antonio.
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Octavio sabía que debía romanizar más si cabe Egipto y de hecho lo hizo, muestra de ello es la conjunción de ambas civilizaciones en los retratos de Al Fayum donde se aprecia la momificación egipcia combinada con la estética romana y donde se entremezclan cultos de ambas sin que eso constituyera ningún problema de órden o de convivencia.
©Trustees of the British Museum
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Aun así, el verdadero problema de Augusto era impedir que las costumbres egipcias se instalasen en Roma y a pesar de sus intentos de erradicar su proliferación, hubo quién no se resistió y logró construirse una morada emulando a los más grandes faraones. Este es el caso de Cayo Cestio que en el año 18 a.C decide construirse a las afueras de Roma este sepulcro, visible aun junto a las murallas aurelianas y que además está recientemente rehabilitado.
Fue durante esta época cuando en Roma se trajeron los obeliscos que mostraban la victoria sobre los Ptolomeos y la conquista de Egipto, pero de alguna forma Egipto ya hacía años que se había instalado en Roma.
©Trustees of the British Museum
La tierras bañadas por el Nilo fueron provincia romana hasta la invasión árabe y es posible que gracias a ella se abastecieran gran parte de las necesidades de la urbe en cuanto a grano, durante epidemias o en épocas de guerra con las fronteras bárbaras, Egipto proporcionó los productos básicos para salvaguardar a las tropas y siguió causando admiración y asombro.
Sus intereses culturales, el conocimiento del entorno, su habilidad arquitectónica fueron los artífices de que muchos grandes pensadores y pensadoras emergieran de sus tierras. Egipto jamás dejó de brillar.
Mireia Gallego
Junio 2016